lunes, 29 de julio de 2013

¿Dónde queda después?



Del silencio viene esa música.  Del rincón olvidado llegan esas palabras, de la cocina, del patio, de la sala, del comedor inexistente, de ese montón de adornos pegados a la pared, de las flores de plástico en la maceta de cemento;  de ese montón de cajas con libros guardados, de la ropa sucia tirada detrás de la cama, de los zapatos arrinconados en la esquina, de la toalla húmeda colgada en las gradas, de ahí viene todo el relato, toda la historia que se ocultó en los poros de cada objeto.

Hoy parece todo inexistente, como aquella sala, como aquel cuarto, como el comedor y la toalla colgada, como el televisor sin sonar, como una sábana roja de lana, ahí ya no hay nada, no quedan murmullos de ningún tipo, ni conversaciones sanas, ni peleas a gritos, todo se guardó en el polvo y el polvo se lo llevó el viento, como esporas sobrevivientes en el tiempo, solo así podría divisar un párrafo, algún indicio, de que todo aquello fue real, que algún día podrá ser relatado.

Y ahí queda después, en las estaciones de radio, en los versos probados, en una puerta cerrada, en los cristales manchados, ahí queda después, las promesas sin serlo, los sueños sinceros y las caricias de media noche, las sábanas mojadas, los encuentros fortuitos y despedidas también, ahí quedan después, en el polvo de ayer, en la fracción de minuto que lo hizo diferente, en el recuerdo, sí, en el recuerdo también.

Ahí he llegado hoy para darme un toque de todo aquello, de los ratos a solas y los contentos, sobreviviendo por sobre toda las cosas, queriendo lidiar con lo más simple, hasta descubrir que no todo lo era, ahí he llegado hoy, a oler el perfume del incienso, a mirar las ventanas cerradas por la lluvia, a encontrar una toalla húmeda colgada en las gradas.


miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mucha sal


Hoy me dolió más, me ardió la garganta, tenía demasiada sal. Me llegó a doler tan adentro, hasta el hígado, allá donde las emociones se alojan cuando no son paridas. Y me provocó nauseas, prácticamente la impotencia somatizada, y se quedó ahí, solo como un malestar más.

Me dolieron los dientes, esa maldita sensibilidad que tengo, que parece darme de a poco pellizcos dentro del esmalte, sugiriéndome que ya no lo gaste, con el rechinamiento en mis noches. Me dolió el cuerpo, quejándose como absurdo cadáver, envuelto en unas sábanas rayadas y de colores, que alguna vez también se perfumaron de otro aroma.

Esta sal, que a veces se endulza y brota desde el pecho, porque aunque tenga lastimado el cuerpo, tengo sensaciones lindas de nostalgias, que se interrumpen con un nudo en la garganta y comienza la lista de síntomas no invitados. Fracasados intentos por ser diferente.

Fue mi culpa, tomé un puñado de aquella solución y la vertí inconsciente en la cucharada de limón, no advertí ninguna situación y me la tomé como jarabe para la tos.  Error, no era la solución, era intensificar el dolor.

Y así me voy enfermando sola y en secreto, durmiéndome  a veces en el intento de sanarme, con frecuentes molestias que me cansan, con profundos dolores que me debilitan, con síntomas que no cambian. Así voy desordenadamente por este tiempo, buscando qué hacer, buscando decirme cuánto me hace falta, cansada, obsesionada, aturdida y solitaria.

Que no está mal encontrarme sola, porque me voy sintiendo, a veces me quiero, otras no tanto y muchas prefiero ni pensarme. Voy por tanto esquivando los días, sí, bien desentendida, diciéndole al mundo, “todo va bien, todo va bien”, con este dolor de garganta, la nariz congestionada y la sangre hirviendo para casi explotar.

De todo esto me han dado ganas de una cerveza bien helada, en compañía tuya. Sí, porque de pronto también podría dejar a un lado todo esto, sentarme a esperar una botella bien fría de cerveza, acompañada de un intenso silencio y una sonrisa esbozada en la intimidad.

martes, 27 de noviembre de 2012

Efectos de no dormir


Voy a caminar, distinta y sin pensar, por la orilla de una rama que me pueda levantar. Voy a recibir una gota de sol, para ver si así me termino de quemar. Quiero respirar, el aire natural de esos que hacen volar, que se conectan a las neuronas como sondas con suero, pero no artificial.

Yo quiero leer en las paredes frente a mí, todas las palabras que a veces me corto al decir, y quiero llover encima de la tierra, desparramándome con mis gotas sabor a sal, para que alguien sepa que también sé llorar. Entonces conocer, una ruta más cerca a ese momento intenso, que no por eso es bueno, y será ahí, donde cuelgue mis angustias, otra vez en la rama que me pueda sostener.

Voy a caminar con botas de goma, aunque dentro, mis pies, se terminen de quemar; es que quiero sentir como adentro no hace mal, un poco de dolor, un poco de ardor. Y una vez que las palabras enfrente de mi pared desaparezcan, quiero estrellarme a ella y volverlas a poner, con un tono más rojo de tinta y papel, de tinta y papel.

A ver si mañana me descargan el bulto a mis espaldas, que no sé ni de quién es ni porque lo cargo, porque no quiero quebrarte ramita linda, sin antes poder ver al sol. Después puedes crujir conmigo al altar y creo que no me dejaré rescatar.

Cuando estas hormigas se apoderan de mi mente, me viene un sueño tan cansado, y mientras voy armando el relato, me voy quedando a medias, con las imágenes expuestas, revueltas y confundiéndome. Ya no sé si estoy escribiendo un verso, o solo mi triste realidad; mientras me desenredo, estas hormigas me matan.

Le falta sal


Hoy lloro. Lo digo sin fonética, sin adornarlo tanto, es tan simple como eso, estoy llorando. Mi garganta me reclama, mi corazón está en las mismas, mi cabeza siente puntadas en la derecha y mi nariz no me deja respirar. Y es que esta escena se ha venido repitiendo, como karma nocturno, cada día por distintas razones.

La de hoy, sentirme cada más lejos de este espacio, mirar con ojos tristes y a veces rencorosos como la magia se acabó, hasta donde puede llegar una historia y cuánto hace falta para continuarla. Lloro por no saber cómo ser, porque me atormento con este cambio y el otro, porque me duele no poder estar en ese peldaño más arriba.

Lloro, porque no me siento capaz de estar ahí, porque me repito “no más, no quiero más”, pero es que quiero estar, quiero continuar, pero no así, no con la incertidumbre de mañana, no con la sequía de esta noche, no con el recuerdo  lindo de ayer.

Y de pronto no sé ni quien he llegado a ser, he perdido tantas cosas regalando todas las que tengo, he dejado de soñar (te) porque ya no sigues aquí, y muy pocas veces me he sentido importante a tu lado, no me he sentido yo hace varios años.

Sin embargo te quiero, con ese querer de amar hasta tus vicios, ese amor romántico del que tanto también me burlo, de ese que en realidad es capaz de callar hasta lo más doloroso, descartando cualquier filosofía que hayamos aprendido durante este camino.

Lloro porque me siento impotente ante tantas discusiones, porque en unas se dice una cosa y en las otras empeora, lloro porque quiero estar a tu lado, y ya no sé ni cómo es estarlo, lloro porque me duelen tus reclamos, me confunde tus peticiones, no quiero fallar de nuevo, no quiero angustiarte y agobiarte, no quiero perderte, no quiero encontrarte fríamente, no quiero muchas cosas, y no sé cómo decirlas y no repetirlas.

Me angustio, me desanimo, me pongo “valiente” y me doy cuenta que no sirvo, a veces, realmente a veces quisiera no existir  ( y esto nunca se lo he dicho a nadie) y de pronto  me retracto agradeciendo que estoy aquí, pero con tristeza y frustración, porque quisiera estar allá. Porque no encuentro que me entiendan, solo piden que yo entienda, que yo cambie, que yo no diga esto, que si digo esto es mejor que no porque me pasa lo otro, así, hasta los días de hoy, no encuentro a nadie que me entienda, he terminado por pensar que yo no me explico.

Y me duele, tanto que me escondo de todo, me deprimo, sí, por eso paso días tirada en la cama mirando el techo, por eso paso noches desvelándome viendo cualquier entretenimiento y sueño, pero no tanto, porque paso pensando cómo hacer para cambiar, si esto que pienso hoy funcionará, si lo intento y creo que está bien, al final, termina igual.

Lloro, con los ojos hinchados me escribo y describo mi llanto, el que es más mío que de nadie, porque ahora me siento tan distinta y no por eso mejor. Porque a veces, realmente a veces no quisiera existir, aunque inmediatamente me retracto y agradezco por estar aquí.

lunes, 29 de octubre de 2012

De tiempos y espacios


Me lo imaginaba como un rayo traspasado el horizonte, un rayo que no hería, solo asustaba, una luz instantánea, más se quedó cruzando el alba, en distintos tiempos y espacios. Yo me quedo sentada desde esta ventana, en la oscuridad de este lado del tiempo, cociendo con mis dedos instantes y recuerdos, que se van convirtiendo en sombras detrás de mi sombra.

Lejos, el destello de la lucha me abstrae y quiero pararme y correr a romperle las alas, para que no siga luchando y deje de sufrir, entre esa agonía de ser y no ser, de pasar y no pasar. Hablo del rayo frente a mis ojos, ese que se quedó en el alba, obligándome a no hacer nada, o por miedo atándome a la pata de este asiento.

Y no había sentido lágrimas más gruesas como las que ahora lentamente se suicidan en mi cara, recordándome mi vulnerabilidad, mi dolor, mi orgullo, mi peste, mi alimento, mi herida, mi piel, mi trastorno, mi huida, mi grito, mi nudo, mi sueño, mi adiós. Le sigo la pista a la única fuente que me queda para exprimirle mi dolor, y mis ojos nuevamente quedaron ceñidos en tristeza.

Sigo cosiéndome, y sigo enfrente divisando el dolor, te veo ahí luchando entre ese espacio que fue y al que quieres llegar y el tiempo corre por un lado y más lento en el otro va, ya ni sé dónde estoy yo. Ah sí, sentada con los pies atados a la pata de la silla de madera que me detiene y me recuerda con una lágrima mi tristeza. Qué frase más larga y sincera.

Entre tanto los días pasan y me voy haciendo cada vez más vieja, recortando tiritas de lo que aún queda, mientras mis ojos se han quedados dormidos, olvidándome  la razón de su belleza, ya no hay rayos, ya no hay tiempo, ya no hay espacio, estoy sola en esta cumbre, con la pata de la silla quebrándose el hueso, con los hilos negros de tanto desacierto, con la cara manchada de tantas lágrimas, con la boca cocida porque no tuve más carne que coser y con la espalda destrozada por sacarme tanto recuerdo del ayer.

Aquí en este instante ya ni el tiempo ni el espacio existen, ya me perdí la escena, me quedé dormida  o simplemente me dormí. No sé en qué acabo aquella angustia, ni si quiera sé que tristeza cargué, pero tengo la certeza de que algo me sufrí, por seguir igual que como empecé, mirando desde una ventana el horizonte y queriendo saber en qué momento se terminó.

sábado, 13 de octubre de 2012

Decirte...


Digamos que no necesito prosas para decirlo. No puedo detenerme a pensar en un escrito tal cual, solo puedo esgrimir con lo único que puedo este sentimiento de nostalgia y dolor que se alojó una noche de jueves en mi garganta, pecho y todo lo demás.

Cada explicación me confunde más, me irrita, me desespera, voy trotando por los días con el ceño más que fruncido y la voz partida, me escondo entre sombras desconocidas que voy atrapando en la calle, en mi cuarto, en mis sueños. No dejo este espacio que me es incomodo, pero el único que tengo.

Te veo lejos y no te niego, cruzarme ante tu mirada desearía sin ningún sentimiento, pero es todo lo que hay para ti, todo tipo de sentires, tus aromas, tus palabras, tus muecas, tus caderas, todo eso está impregnado dentro de mí, como una magia que sube y me altera el corazón.

Hoy más que nunca tengo miedo, de sentirte, de respirarte, de enlazarme clandestinamente con tu recuerdo, le temo a esas cosas bellas que me diste, a retroceder y buscarte, llamar a tu puerta por sorpresa y reconocer ese gesto de incomodidad por mi presencia, pero a la vez de fortuna por lo que me vas a ocupar.

Y a veces no pienso tan mal de los últimos días, me sonroja la interpretación que compusimos, mas el triste final siempre rodea, las sonrisas y lagrimas que aún brotan por ti. Porque aunque vaya por ahí perdiéndome y escondiéndote, mi boca solo habla de ti, con fragancia y amor del que todavía eres parte.

Es que en realidad sí tengo versos para ti, que en noches como esta se atreven a salir, buscando la única manera de arrancar de a poco lo que no te puedo decir, pero desearía besarte y tocarte mientras te digo lo que siento y no debo ya. Decirte que te extraño.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Estación ya conocida

Vientre obtuso, inflamado y a punto de gritar, un vaivén de risas intermitentes que profetizan una llegada. Me envuelvo entre las sábanas, como una danza árabe que nunca ensayé, como un berrinche abierto que me hace palpitar a 140 por minuto.



Me desenvuelvo en mi cosquilleo y no me atrevo a soltar la última palabra, me permito ser insaciable en un par de minutos, es como no querer despertar cuando la hora llama al amanecer.



Sensibilizo un segundo y me encuentro repartiendo suspiros ahondados, sufriendo infraganti en mi estado, como si no tuviera vida después de este Sosiego.



Me robo su mirada, mientras me irrita la piel, viendo su boca hacer miel de la transpiración que me ha provocado en esta hora, rozándome un instante la suerte y después de eso hacerme retorcer.



Mi aliento escribe palabras en el espacio, pareciera humo de un cigarro, lentamente desvaneciéndose entre el placer y la exhalación de mis resguardos.



Se me escapa la miel y en mi intento por continuar en mi petición se me pierde la fe, se atraviesa ante mis banalidades del último suspiro y me voy quejando del placer como una gota cayendo lentamente en alta mar.



Fecundo una calma que me adormece el cuerpo, mientras estiro una sonrisa en mi sobrada satisfacción.


Cada vez una distinta sensación en esta estación ya conocida.