jueves, 7 de agosto de 2008

Margarita

Apagamos la luz esperando el minuto que marcara nuestras vidas, apagué mis latidos para que no escucharas la emoción que sentía de estar junto a ti.

Y encendí mi amor para cubrirte con él esa noche tan fría. Y tu me miraste desde lo más interno, me acariciaste y tocaste como solo tu lo sabes hacer, mientras el olor de tu piel se fundía en mis labios, y se convertía en el sabor de tu cuerpo.

Tus manos, sagradas sedas, recorrieron cada rincón de mi entregado cuerpo, que esperaba con ansias el momento perfecto.

Mas la luna, allá afuera, se enfriaba envidiosa de contemplar tan majestuosa escena de amor. Logró ser la única testigo, de nuestro ritual de amor. Y fui más allá de donde pensé llegar, e ibas conmigo, pero no junto a mí.

Encendió la mañana, miré tu rostro y era igual al mío. Tú estabas dentro de mi y yo en ti. Miré el reloj de mi vida y marcaba el único instante.

Triste llovizna

Una lluvia más. una tormenta serena, calmada. Veo por nuestra ventana, la danza nocturna de las gotas y el viento; un baile armónico que provocará un mambo desastrozo, tal vez mortal.

Pero me invade la soledad. No me sentía yo desde que llegaste a mi vida, y ahora que te has ido nada marcha bien.


Extraño tu fragancia en mi almohada, tu cuerpo encima o debajo del mio, tus manos en mi rostro y tus labios en mi piel; que fúnebre silencio sin tu respiración, sin tus suspiros, sin tu voz.

Y sigue lloviendo, y aunque el sonido es estrepitoso, solo busco tu llamada, tu clamor pero no suena.


Qué triste es despertar y no enrredarme en tus piernas, levantarme y no tropesar en tus zapatos o en tu ropa bien colocada en el suelo.

Las gotas de la terrible tormenta yacen en el cristal de nuestra ventana, por donde tantas veces miramos la luna mientras haciamos el amor. Ahora ni luna hay.


Y hay lágrimas confundiendose en la lluvia, he salido de la habitación a llorar por tu ausencia. a consolarme debajo del cielo que llora junto a mi.