domingo, 18 de octubre de 2009

Monaguillo del cielo

Tengo un agujero en el cielo
Por donde todas las noches entro
A una galaxia plagada de secretos
Que jamás nadie pensó en ellos.

Y voy leyendo cada uno de esos
A la luz de las estrellas iluminadas
Que al mismo tiempo son testigos
De las letanías sagradas.

Porque entre tanto secreto
Se encuentra múltiples plegarias
De todos aquellos que por las noches
Oran en silencio en sus moradas.

Tengo yo la llave de todos estos
Para dejarlos rondar en el universo
Mas los guardo con recelo
Para que un día Dios venga a leerlos

Y si no te has dado cuenta
Soy yo quien cuenta tus anhelos
Porque es en este agujero
Donde se encuentran todos los sentimientos.

Pero el gallo canta en la tierra
Y el amanecer me espera
Salto gigante de mi estrella
Para regresar donde alguien me espera.

Mientras tanto el sol
Resplandece por mi ventana
y un zapato viejo es el primero
En iluminarse por su llegada.

Entonces esperaré de nueva vez
Que la Luna se asome a mi almohada
Para volver al agujero
A contar las nuevas plegarias.

sábado, 3 de octubre de 2009

Protesto

Protesto señor tiempo, por esta calamidad con la que te vienes haciendo viento, por esos sue;os que te has quebrado en secreto de cuantos muy poco te invocaron. Protesto por la sabiduría mal sana de aquellos inconscientes, que vienen cada mañana en un paquete, reclamando lo que no pueden tener a las almas que si lo tienen.

Protesto por la (in) seguridad que me venden, en las esquinas, en los patios, en los techos de mi barrio, donde tan galantemente se pasean por las noches las sirenas anunciando que el temor no debe andar rondando. Protesto por el ojo que me observa, deleitándose con mi sufrimiento, con mi constante llanto interno.

Protesto por todas esas excusas que me invento, para no tener que darme cuenta del pleito entre mi alma y mi razón asustada. Protesto por permanecer en esta cárcel sin ser culpable de ningún delito, sin poder respirar tranquilas mientras me dormito en mi cama que tampoco me sirve de consuelo.

Protesto por las lagrimas de mi madre, que bajan sin cesar en su intento por retener cualquier pensamiento que la haga querer correr al mas allá, protesto por ese simple hecho de inyectarme de la nada un terrible sentimiento y hacerme un fenómeno con ojos por doquier, buscando lo que no quiero encontrar.

Protesto por tener que fingir sosiego, en una tierra donde el fuego me quema por dentro, como castigo eterno del que no tengo nada que ver. Protesto a la gente que me mira feo, que quieren arrebatarme del pecho las perlas que la vida me regalo, protesto señor juez por no tener la ley en sus manos y defenderme sin razones.

Protesto por el calor que me baja cuando pienso, en las llamadas constantes a mi tranquilidad, dejando entre sus voces un susurro de amenaza, condenándome al temor de por vida. Protesto por el sueño que me desvela desde hace ratos, que me hace inmune a las pesadillas, de demonios felices por mi estado.

Protesto por el surgir de aquellas masas que no buscan más que el mal a sus anchas, queriendo hacer presa de victimas aterradas, que por valor a su vida entregan cuanto poseen, cuanto les ha costado. Protesto por tener que escribir esta noche, para no abatirme más entre tanta zozobra, intentado que la Luna me cubra en silencio y me acojan los brazos de la divinidad.

viernes, 2 de octubre de 2009

Versos para liberar el miedo

Mi cabeza es una cueva, con sombras ajenas que se pasean, como aires descuidados que penetran por cada grieta de cuanto pensamiento se deleita en abatirme.

Son horas interminables por la noche, donde el silencio se apodera de mi temor, donde los santos son invisibles a mis suplicas y donde el corazón se vuelve un tambor palpitando.

Quiero irme de este lugar, desaparecer mi nombre y apellido, quiero ser solo un pensamiento banal, sin identidad ni prestigio como una desaparecida más. Estoy harta de este polvo en mis ojos que me hace llorar, de estas penas de las que me voy haciendo dueña sin necesidad.

Pobre de mi espíritu, pobre de mis sueños, pobre de mis anhelos que pueden quedarse suspendidos en un momento, entre el hilo de la verdad y el de la muerte misma. Tengo miedo, sí que lo tengo, por mis venas recorre un líquido negro que me turba el pensamiento, la libertad y los deseos.

Me voy haciendo ideas trazadas y entre todas esas voy viéndome nefasta, temerosa, con los ojos aguados de tanta angustias, con un tipo de rabia que me invita a ser asesina de asesinos, con un tremendo pesar por todos aquellos que yacen por culpa del valor.

Pero qué hacer ante tanta situación, siendo yo un punto blanco más en la nieve, queriendo ser arma mortal y nada mas siendo una ave aprendiendo a volar, por ese cielo donde muy escondido un arcoíris se podría revelar, en estos días en el que el invierno ha durado tanto.

Pero no soy la única que le tiembla la mano al vivir, no soy la única que tiene ojos en la espalda. La veo a ella, lo veo a él, lo siento en cada tímida mirada por las calles, donde tantos comparten mi padecer, donde nos une un mismo lazo negro, un lazo de luto interno, por temer lo inevitable, por esperar un susto en la tarde.

Ya no quiero este sentimiento abrupto en mi pecho, simplemente quiero sentirme como en otros tiempos, en los que le sonreía al mar sin miedo, en el que mi voz podía gritar hasta muy lejos, en donde mi única preocupación era el tiempo.

Y en este momento me estalla el cuerpo, tengo una migraña que me desespera sin consuelo, no encuentro la razón para no sospechar de lo incierto, teniendo en mi boca casi el nudo de lágrimas de mis nervios.

Quiero encontrar respuesta en medio del sufrimiento y oro hincada bajo mi lecho, suspendo armonías dolorosas al cielo, como suplicas plagadas de triste sentimiento, de miedo, buscando consuelo, buscando un aliento.

Pero me temo que de vez en cuando las razones me vuelven sorda, y suenan más los lamentos nocturnos de la calle, que me grita abrumada que de cualquiera puede ser mi carne y que en un abrir y cerrar de ojos puedo perder el aliento.

Entonces la noche se vuelve más larga y son tremendas las horas que se pasean por mi cama, ahuyentándome el sueño sereno que tanto pretendo. Entonces me vuelvo vigilante de mis credos y recuerdo que en este mundo puedo ser y no ser nadie.