viernes, 2 de octubre de 2009

Versos para liberar el miedo

Mi cabeza es una cueva, con sombras ajenas que se pasean, como aires descuidados que penetran por cada grieta de cuanto pensamiento se deleita en abatirme.

Son horas interminables por la noche, donde el silencio se apodera de mi temor, donde los santos son invisibles a mis suplicas y donde el corazón se vuelve un tambor palpitando.

Quiero irme de este lugar, desaparecer mi nombre y apellido, quiero ser solo un pensamiento banal, sin identidad ni prestigio como una desaparecida más. Estoy harta de este polvo en mis ojos que me hace llorar, de estas penas de las que me voy haciendo dueña sin necesidad.

Pobre de mi espíritu, pobre de mis sueños, pobre de mis anhelos que pueden quedarse suspendidos en un momento, entre el hilo de la verdad y el de la muerte misma. Tengo miedo, sí que lo tengo, por mis venas recorre un líquido negro que me turba el pensamiento, la libertad y los deseos.

Me voy haciendo ideas trazadas y entre todas esas voy viéndome nefasta, temerosa, con los ojos aguados de tanta angustias, con un tipo de rabia que me invita a ser asesina de asesinos, con un tremendo pesar por todos aquellos que yacen por culpa del valor.

Pero qué hacer ante tanta situación, siendo yo un punto blanco más en la nieve, queriendo ser arma mortal y nada mas siendo una ave aprendiendo a volar, por ese cielo donde muy escondido un arcoíris se podría revelar, en estos días en el que el invierno ha durado tanto.

Pero no soy la única que le tiembla la mano al vivir, no soy la única que tiene ojos en la espalda. La veo a ella, lo veo a él, lo siento en cada tímida mirada por las calles, donde tantos comparten mi padecer, donde nos une un mismo lazo negro, un lazo de luto interno, por temer lo inevitable, por esperar un susto en la tarde.

Ya no quiero este sentimiento abrupto en mi pecho, simplemente quiero sentirme como en otros tiempos, en los que le sonreía al mar sin miedo, en el que mi voz podía gritar hasta muy lejos, en donde mi única preocupación era el tiempo.

Y en este momento me estalla el cuerpo, tengo una migraña que me desespera sin consuelo, no encuentro la razón para no sospechar de lo incierto, teniendo en mi boca casi el nudo de lágrimas de mis nervios.

Quiero encontrar respuesta en medio del sufrimiento y oro hincada bajo mi lecho, suspendo armonías dolorosas al cielo, como suplicas plagadas de triste sentimiento, de miedo, buscando consuelo, buscando un aliento.

Pero me temo que de vez en cuando las razones me vuelven sorda, y suenan más los lamentos nocturnos de la calle, que me grita abrumada que de cualquiera puede ser mi carne y que en un abrir y cerrar de ojos puedo perder el aliento.

Entonces la noche se vuelve más larga y son tremendas las horas que se pasean por mi cama, ahuyentándome el sueño sereno que tanto pretendo. Entonces me vuelvo vigilante de mis credos y recuerdo que en este mundo puedo ser y no ser nadie.

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