miércoles, 28 de diciembre de 2011

Estación ya conocida

Vientre obtuso, inflamado y a punto de gritar, un vaivén de risas intermitentes que profetizan una llegada. Me envuelvo entre las sábanas, como una danza árabe que nunca ensayé, como un berrinche abierto que me hace palpitar a 140 por minuto.



Me desenvuelvo en mi cosquilleo y no me atrevo a soltar la última palabra, me permito ser insaciable en un par de minutos, es como no querer despertar cuando la hora llama al amanecer.



Sensibilizo un segundo y me encuentro repartiendo suspiros ahondados, sufriendo infraganti en mi estado, como si no tuviera vida después de este Sosiego.



Me robo su mirada, mientras me irrita la piel, viendo su boca hacer miel de la transpiración que me ha provocado en esta hora, rozándome un instante la suerte y después de eso hacerme retorcer.



Mi aliento escribe palabras en el espacio, pareciera humo de un cigarro, lentamente desvaneciéndose entre el placer y la exhalación de mis resguardos.



Se me escapa la miel y en mi intento por continuar en mi petición se me pierde la fe, se atraviesa ante mis banalidades del último suspiro y me voy quejando del placer como una gota cayendo lentamente en alta mar.



Fecundo una calma que me adormece el cuerpo, mientras estiro una sonrisa en mi sobrada satisfacción.


Cada vez una distinta sensación en esta estación ya conocida.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Se perdió la niña

Llegó la noche, aparentemente normal. Llegó un diciembre, justo el día en que se iba a marchar. Se escabullo por la entrada e imitó la cotidianidad. Como siempre escondida, nadie se percató de la soledad. Hasta que por fin, después de una hora, alguien preguntó por ella.

Rodeamos la manzana, nos imaginamos lo peor, salimos desesperadas tras su rastro que nunca dejó. Alguien la vio merodear por una esquina, pero nadie avisó, alguien quizás la encontró y se la llevó.

Dicen que se acostó en una esquina, a esperar su destino, del cual nosotras ya no seguiríamos siendo parte. Dicen también que la sombra la cubrió antes, con el descanso en paz que nunca quisimos. Sea como sea, la niña se perdió un 20 de diciembre, quizás entre las 7:00 y las 8:00 de la oscuridad.

Aún seguimos en su busqueda, con esperanzas y fuerzas, tal vez un día aparezcas de nuevo por donde te fuiste. Mientras tanto tu sábana estará esperándote, para abrigar de nuevo tu cuerpo ya cansado.


Te vas llegando

Me voy tragando tu sabor, que con el tiempo se va incorporando en las sales y minerales de mi alma, que pronto un fruto llevarán a tu boca.

Después de marchar cuesta arriba, te está dorando el sol de la cima, impregnándote la dulzura de los amaneceres, después de una caminata a oscuras.

Confié en tu brújula que nunca nos perdió, aunque veces se cansaba de buscar. Confié en la nostalgia de tu alma por llegar al punto más alto del amor.

Y ahora está tan cerca el final de este momento, que iniciamos un mayo, un junio. Porque cuando un golpe nos abrió los ojos, tomamos el camino duro pero seguro.

Se nos acaba el tiempo de aprendiz, para invocar muy pronto al sol, en una tierra tuya y más tuya que mía, en un espejo que ya no podrás quebrar.

Que después de llegar a la cima ya tú verás, si prefieres bajar por el mismo lugar o pegarte al cielo y no volver más. Tú tienes ahora más protagonismo que nunca, yo ya te cubre en regazo el bostezo. La caminata se está volviendo espesa, es hora de que tú desarmes los huesos.

Te tengo un regalo para diciembre y aún no lo tengo en mis manos. Te tengo un vaso de agua para tu descanso. Una lámpara en el cielo que a veces falla y una boca para que te contagies del amor que se desata por ti.