lunes, 23 de marzo de 2009

En un ratico

Hace cuántos minutos que no te veo.

Hace cuánto no te escribo inconsciente, palpitándome en el corazón, sobrevolándome en los pensamientos como mariposa inquieta en un jardín nuevo.

No te escribo por no saber qué. Sencillamente no lo hago para no extrañarte, para no olerte en las palabras que finamente te describen desde mí ser.

Los arrebatos son constantes, y las ansias por volar hasta tu nido se posan con fuerza en mi cuerpo, en mi cabeza, en mi boca. Pero lo único que se atreve a buscarte es mi mirar, que solitario y callado se escapa de la multitud para observarte entre los lugares donde jamás estarás.

Y de repente caigo en la cuenta de que no volverás, que extrañamente te escapaste de este cuarto oscuro que te invitaba a pasar. Dejaste los rastros de tu cabello sin peinar, y te fuiste con el aroma de mi cuerpo acabado de destilar.

Le cuesta al cuerpo negarse a estar sin ti, porque aunque pocos los momentos, se acostumbró a tu dilema, a tu antorcha táctil que iba prendiendo fuego a mi carne viva. Tan poco te bastó para encender esta fogata.

Y hoy levemente cruzaste mi mente, y he intentado alejar estas desesperantes ansias por ti. Pero terminé robándole una página a tu ya cerrado capitulo y plasmé sentimientos que aparecieron con tu nombre por delante, intentado desahogar la falta que le haces a mis versos.

En un ratico me volviste a atrapar, y heme aquí, enojada con mi vivir, por tan cobarde ser y llenar esta hoja con mi sed, bebiendo de recuerdos que son ya una copa rota.

Pongo a prueba, entonces, mis promesas silenciosas de no volver a ti, pero no basta el tiempo, ahora es que empiezo a comprenderte.

sábado, 21 de marzo de 2009

El castigo

La lana de la oveja ya no es negra, la lana de la oveja ya no es blanca, ahora se ha convertido en un multicolor sueter.

Y lo pienso con cuidado, tratando de no lastimarme, porque las palabras no llegan y me cuesta entenderlo. Y un joven verso se asoma por este suelo, donde las hojas yacen en la crueldad del desprecio por no ser dignas de leerse.

Cuento cuentos sordos que de nada sirven ya, canto melodías sin guitarra esperando no suenen más, y a aparece una ansia loca por gritar en vez de recitar. Su nombre no es el mio.

Saboreo, por si acaso, el dolor embriagado que busca en esta sublime necesidad desvanecerse de una vez y ya no pensar, no regresar.

Pobre oveja que no se dejó ser, pobre lana que terminó en mi piel, cubriendome ahora de este frio ingrato que me arrebata el arte y solo me presume su elegancia, maldita ignorancia.

Llevo horas tratando de formar los versos más exactos para el alma, y solo me encuentro con frases vagas que arrastran pedazos de sentimiento sufrido.

Y lo que quiero es dibujar con locura el rostro de Odín, para que me bese la frente y regresen a mi, todas aquellas palabras que descubrí a lo largo de mi viaje por esta fase.

No, solo me cubro inutilmente de la frialdad del clima, y de vez en cuando se ilumina la nada, arrojando con burla frases mal hechas para desconponer. Sufro por esto, sí que sufro.

Ni el silencio ha sido tan estridente esta vez, porque no ha querido ser parte de esta maldición arrojada por los dioses, castigandome por ser tan inutil y no escribir para contemplar, si no para desahogar las tristezas pasajeras que ardían en mi pecho.

Pero ahora pago mi condena, siendo muda ante tanta belleza, impotente de escribir una carta en el viento y de navegar en el mar con bandeara blanca, dispuesta a pescar todas aquellas palabras que nazcan del fondo de la saciedad.

Cuánto tiempo durará este castigo parcial, que ha apagado las luces de mi arte manjar.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Silencio


Se cansó de hablar, terminó por asesinar las palabras vanas que volaban libres de boca a boca. No suena más la canción de esta historia, aquella que vibraba en su verde corazón. Un olor a canela se despide en la habitación queriendo sustituir la mala racha del autor, que desconsolado mudo se quedó.

Tartamudas quieren dar a luz algunas frase, que se quedan inconclusas con los puntos suspensivos de anfitriones, palabras que ya no dicen más, porque si no se escuchan no pueden hablar.

Se quitó el sabio refrán del corazón, uno que solo se inventó por fanatismo a esta vida que no se terminó de vivir. Callado se limpia las lágrimas que han probado el vacío papel, la carta que no concluyó. Y termina por volver a su rutina, a leer en los ojos de los demás las benditas palabras que ya no puede pronunciar.

Insatisfecho está, queriendo encontrar de nuevo las razones para pintar, y que el cielo solo sea un contemplador de la magia del autor. Ya no hay musas, ya no hay más.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Brindis

Brindaron nuestros ojos, y la chispa del cristal iluminó los timidos pensamientos que se cruzaban ya, en las mentes sensatas de los aún cuerpos solos. Brindaron nuestros labios, cuando hechizados, decidieron unirse en un interminable movimiento perpetuo de caricias constantes, donde los labios, nunca cansados, dibujaron formas diversas de amar.

Brindaron también los cuerpos ardientes en vino, que se desbordaba por las locas venas que casi explotaban, tinendo con su rojo puro las sábanas que ahora podían percibir el olor del éxtasis, emanado de las almas sollozantes que ahora pedían a gritos la locura les llegara.

Brindó tu cabello con mi piel, cuando suave, rozaba los músculos entrometidos de mi rostro, que no expresaba más que lo que el momento le regalaba, un gesto que se calcó en la finura de tus negros cabellos que no dejaban de presenciar la ternura incontrolable.

Brindó mi espejo celestial con tu pecho, y en él, se quizo tatuar mi cuerpo, usando las gotas del sudor caliente, para rodear bajo tu corazón, el nombre de esta doncella que no paraba de suspirar, y el viento testigo sonador, trataba de apartar el olor de la conciencia, para atreverse a entrar donde el descuido lo permitiera.

Fue tu boca la santa inquisición de mi besos, una tortura practicada en lo terrenal, pero invocada en lo celestial. Y se dibujaron mapas en las alas de nuestros suenos, senalando los lugares de la provocación, ubicando las lagunas de agua dulce que se banaron ahora del vino candente de nuestras pasiones.

Volvimos a brindar, ahora eran nuestros monumentos personales los que no paraban de presenciar, tendidos en los jardines de este paraiso que invitamos a entrar entre cuatro paredes que nada tenían que envidiar.

Brindaron nuestros corazones ese día del mar, cuando las olas rompieron en deseos y celos cuando ni una copa se quebró y el brindis no acabó; ahora otro vino se beberá.

A golpes de pecho

A golpes limpios pero dolorosos, me fui creando esta conciencia por no quererte, por buscar en la espersura de las almas, alguna que si consiguiera quererme, porque tu lejano estabas ya. A puros golpes recogi las algas que tiraste como falsas esperanzas, que no causaron más que la ilusión quebrantable de un regreso sin futuro.

Y bastón del tiempo que me ayudó, a levantar mis pies para emprender el nuevo camino, lastimada pero no derrotada, asumiendo en lo desconocido, la libertad buscada, el paraiso en la tormenta. Cuántas veces me vio caer el senor sol, esperando en el calor tu regreso.

A golpes de pecho te fui sacando de este viviente terreno, que no hizo más que albergar tu cuerpo, tu espiritu, tu escencia, y dejaste pintado los derechos pero no cumplistes mis suenos, no esperaba más.

Pero callemonos un momento, y disfrutemos de este efimero silencio, que fugaz enloquece los benditos momentos, en donde apareces para pronunciarte como en un secreto, pero que a la vez, causas que las heridas revalsen en ardiente sangre.

Mejor seguir hablando, diciendo en estas tontas frases cortas, que el olvido también me ayudó, y se levantó junto a mi, con el bastón del viento y las ideas reventadas por olvidarte, y es que en esos momentos tu ya jurabas con otros sonetos.

Tumba de cristal, que no dibuja más que la misma mitad, de este negro corazón que de luto ya no está, pero que no puede jurar olvidarte más allá, porque los momentos fueron nuestros, pero no para la eternidad. Un golpe más y esto acabará.

martes, 10 de marzo de 2009

El lucero de anoche

Y pegado a mi ventana se quedó, desafiando el brillo de la mañana y esperando con paciencia la nocturnidad. El montón de estrellitas que se dibujaban, reclamando que las mirara, aun en la lejanía de mis sentidos.

Las divisé juguetonas, queriendo ser una luna, juntándose para imitar su majestuosidad, pero siendo consientes que la reina es otra. Las contemplé, aun con los sentimientos hechos añicos, jurando que el amor no es más.

Volvieron del consuelo, sabiendo que eran mi soledad, sintiéndose dueñas de mi temperamento y queriendo acabar con la frialdad. ‘’una acuariana jamás debe negar sus sentimientos’’ decían.
Mientras en mi músculo sensato, el cambio no llegaba, el amor seguía constante, entregado y huraño a decir adiós. Pero había que abandonar las ideas pecaminosas de la esperanza, que brutalmente había sido abandonada.


Esperaba a la aurora, pero tenía frío, se quedó dormida esperando el cálido anochecer y este solo le entrego un rato helado, temeroso y cruel. ¿Y yo qué?, ¿No me cantarás?. Y revoloteaba el lucero, gritando que ahí estaba, para contemplarme cada noche, porque desde ayer se enamoró de mi consuelo.

¡Hay lucero!, cuéntame tu qué errores son imperdonables, dame la lista lejana de la equivocación y respóndeme tu las preguntas del corazón, que en este estado no para de llorar. ‘’Una acuariana jamás debe negar sus sentimientos’’, repetían.

Y echo de menos la nostalgia, la paciencia encarnada en una llamada, el olor de la virtud, el abrazo coronado de sus brazos.
Contemplaba ahora celoso mis palabras, versos elevados a la mar, que al otro lado del mundo hacia ruido incrédulo, tratando de no escuchar, de no dejarse seducir por lo que una vez creyó. Verdad había en mis palabras señora mar.


Lucero llanero, combatiente que venció la mañana, canta conmigo la canción que guardo en el baúl de mis escritos, enséname a encontrar el final, porque mis ojos siguen ciegos ante esta verdad, pero el corazón ya no aguanta más.

Pero esta noche quiero dormir, dame una sábana llena de ternura y arrúllame aun en mi sollozo, no permitas que la mañana me encuentre desafiante e irritada. Bríndame esta noche para olvidar, tal vez así no quiero despertar.

‘’Una acuariana jamás debe negar sus sentimientos…’’