sábado, 21 de marzo de 2009

El castigo

La lana de la oveja ya no es negra, la lana de la oveja ya no es blanca, ahora se ha convertido en un multicolor sueter.

Y lo pienso con cuidado, tratando de no lastimarme, porque las palabras no llegan y me cuesta entenderlo. Y un joven verso se asoma por este suelo, donde las hojas yacen en la crueldad del desprecio por no ser dignas de leerse.

Cuento cuentos sordos que de nada sirven ya, canto melodías sin guitarra esperando no suenen más, y a aparece una ansia loca por gritar en vez de recitar. Su nombre no es el mio.

Saboreo, por si acaso, el dolor embriagado que busca en esta sublime necesidad desvanecerse de una vez y ya no pensar, no regresar.

Pobre oveja que no se dejó ser, pobre lana que terminó en mi piel, cubriendome ahora de este frio ingrato que me arrebata el arte y solo me presume su elegancia, maldita ignorancia.

Llevo horas tratando de formar los versos más exactos para el alma, y solo me encuentro con frases vagas que arrastran pedazos de sentimiento sufrido.

Y lo que quiero es dibujar con locura el rostro de Odín, para que me bese la frente y regresen a mi, todas aquellas palabras que descubrí a lo largo de mi viaje por esta fase.

No, solo me cubro inutilmente de la frialdad del clima, y de vez en cuando se ilumina la nada, arrojando con burla frases mal hechas para desconponer. Sufro por esto, sí que sufro.

Ni el silencio ha sido tan estridente esta vez, porque no ha querido ser parte de esta maldición arrojada por los dioses, castigandome por ser tan inutil y no escribir para contemplar, si no para desahogar las tristezas pasajeras que ardían en mi pecho.

Pero ahora pago mi condena, siendo muda ante tanta belleza, impotente de escribir una carta en el viento y de navegar en el mar con bandeara blanca, dispuesta a pescar todas aquellas palabras que nazcan del fondo de la saciedad.

Cuánto tiempo durará este castigo parcial, que ha apagado las luces de mi arte manjar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sufras...