Digamos que no necesito prosas para decirlo. No puedo detenerme a pensar en un escrito tal cual, solo puedo esgrimir con lo único que puedo este sentimiento de nostalgia y dolor que se alojó una noche de jueves en mi garganta, pecho y todo lo demás.
Cada explicación me confunde más,
me irrita, me desespera, voy trotando por los días con el ceño más que fruncido
y la voz partida, me escondo entre sombras desconocidas que voy atrapando en la
calle, en mi cuarto, en mis sueños. No dejo este espacio que me es incomodo,
pero el único que tengo.
Te veo lejos y no te niego,
cruzarme ante tu mirada desearía sin ningún sentimiento, pero es todo lo que
hay para ti, todo tipo de sentires, tus aromas, tus palabras, tus muecas, tus
caderas, todo eso está impregnado dentro de mí, como una magia que sube y me
altera el corazón.
Hoy más que nunca tengo miedo, de
sentirte, de respirarte, de enlazarme clandestinamente con tu recuerdo, le temo
a esas cosas bellas que me diste, a retroceder y buscarte, llamar a tu puerta
por sorpresa y reconocer ese gesto de incomodidad por mi presencia, pero a la
vez de fortuna por lo que me vas a ocupar.
Y a veces no pienso tan mal de
los últimos días, me sonroja la interpretación que compusimos, mas el triste
final siempre rodea, las sonrisas y lagrimas que aún brotan por ti. Porque
aunque vaya por ahí perdiéndome y escondiéndote, mi boca solo habla de ti, con
fragancia y amor del que todavía eres parte.
Es que en realidad sí tengo
versos para ti, que en noches como esta se atreven a salir, buscando la única
manera de arrancar de a poco lo que no te puedo decir, pero desearía besarte y
tocarte mientras te digo lo que siento y no debo ya. Decirte que te extraño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario