Voy a caminar, distinta y sin
pensar, por la orilla de una rama que me pueda levantar. Voy a recibir una gota
de sol, para ver si así me termino de quemar. Quiero respirar, el aire natural de
esos que hacen volar, que se conectan a las neuronas como sondas con suero,
pero no artificial.
Yo quiero leer en las paredes
frente a mí, todas las palabras que a veces me corto al decir, y quiero llover
encima de la tierra, desparramándome con mis gotas sabor a sal, para que
alguien sepa que también sé llorar. Entonces conocer, una ruta más cerca a ese
momento intenso, que no por eso es bueno, y será ahí, donde cuelgue mis
angustias, otra vez en la rama que me pueda sostener.
Voy a caminar con botas de goma,
aunque dentro, mis pies, se terminen de quemar; es que quiero sentir como
adentro no hace mal, un poco de dolor, un poco de ardor. Y una vez que las
palabras enfrente de mi pared desaparezcan, quiero estrellarme a ella y
volverlas a poner, con un tono más rojo de tinta y papel, de tinta y papel.
A ver si mañana me descargan el
bulto a mis espaldas, que no sé ni de quién es ni porque lo cargo, porque no
quiero quebrarte ramita linda, sin antes poder ver al sol. Después puedes
crujir conmigo al altar y creo que no me dejaré rescatar.
Cuando estas hormigas se apoderan
de mi mente, me viene un sueño tan cansado, y mientras voy armando el relato,
me voy quedando a medias, con las imágenes expuestas, revueltas y confundiéndome.
Ya no sé si estoy escribiendo un verso, o solo mi triste realidad; mientras me desenredo,
estas hormigas me matan.
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