martes, 27 de noviembre de 2012

Le falta sal


Hoy lloro. Lo digo sin fonética, sin adornarlo tanto, es tan simple como eso, estoy llorando. Mi garganta me reclama, mi corazón está en las mismas, mi cabeza siente puntadas en la derecha y mi nariz no me deja respirar. Y es que esta escena se ha venido repitiendo, como karma nocturno, cada día por distintas razones.

La de hoy, sentirme cada más lejos de este espacio, mirar con ojos tristes y a veces rencorosos como la magia se acabó, hasta donde puede llegar una historia y cuánto hace falta para continuarla. Lloro por no saber cómo ser, porque me atormento con este cambio y el otro, porque me duele no poder estar en ese peldaño más arriba.

Lloro, porque no me siento capaz de estar ahí, porque me repito “no más, no quiero más”, pero es que quiero estar, quiero continuar, pero no así, no con la incertidumbre de mañana, no con la sequía de esta noche, no con el recuerdo  lindo de ayer.

Y de pronto no sé ni quien he llegado a ser, he perdido tantas cosas regalando todas las que tengo, he dejado de soñar (te) porque ya no sigues aquí, y muy pocas veces me he sentido importante a tu lado, no me he sentido yo hace varios años.

Sin embargo te quiero, con ese querer de amar hasta tus vicios, ese amor romántico del que tanto también me burlo, de ese que en realidad es capaz de callar hasta lo más doloroso, descartando cualquier filosofía que hayamos aprendido durante este camino.

Lloro porque me siento impotente ante tantas discusiones, porque en unas se dice una cosa y en las otras empeora, lloro porque quiero estar a tu lado, y ya no sé ni cómo es estarlo, lloro porque me duelen tus reclamos, me confunde tus peticiones, no quiero fallar de nuevo, no quiero angustiarte y agobiarte, no quiero perderte, no quiero encontrarte fríamente, no quiero muchas cosas, y no sé cómo decirlas y no repetirlas.

Me angustio, me desanimo, me pongo “valiente” y me doy cuenta que no sirvo, a veces, realmente a veces quisiera no existir  ( y esto nunca se lo he dicho a nadie) y de pronto  me retracto agradeciendo que estoy aquí, pero con tristeza y frustración, porque quisiera estar allá. Porque no encuentro que me entiendan, solo piden que yo entienda, que yo cambie, que yo no diga esto, que si digo esto es mejor que no porque me pasa lo otro, así, hasta los días de hoy, no encuentro a nadie que me entienda, he terminado por pensar que yo no me explico.

Y me duele, tanto que me escondo de todo, me deprimo, sí, por eso paso días tirada en la cama mirando el techo, por eso paso noches desvelándome viendo cualquier entretenimiento y sueño, pero no tanto, porque paso pensando cómo hacer para cambiar, si esto que pienso hoy funcionará, si lo intento y creo que está bien, al final, termina igual.

Lloro, con los ojos hinchados me escribo y describo mi llanto, el que es más mío que de nadie, porque ahora me siento tan distinta y no por eso mejor. Porque a veces, realmente a veces no quisiera existir, aunque inmediatamente me retracto y agradezco por estar aquí.

No hay comentarios: